Cuando uno planifica un viaje surge la pregunta del millón ¿y si viajo en business o primera clase? ¿Realmente vale la pena viajar en una cabina superior?

Cómo responder a esa pregunta, si tienes el dinero, pues sí, pero si tienes canje para hacer un upgrade, pues mucho mejor.

Llevaba años, realmente muchos años sin viajar por trabajo y de pronto este año algo pasó y me encontré subiendo a un avión más de una vez. Había perdido totalmente la costumbre de lo que eran esos viajes, pero pronto vino a mí esa sensación de pesadez de lo que es hacer un viaje de negocio.

En verdad lo más pesado es que luego de horas de viaje y por lo general con poco descanso, debes ir a la oficina a las mil reuniones y con todos los sentidos prendidos, sobre todo si es que todo se manejará en otro idioma. Fue entonces cuando recordé por qué había dejado de viajar: por cansancio y agotamiento mental.

Para mi último viaje tuve que ir Carolina del Norte, y por horarios de vuelos, tuve que ir vía Washington, en un vuelo de Latam. En este viaje volaba prácticamente todo el día, llegaba a media noche a mi destino y en la mañana debía ir a la oficina. Y entonces decidí que era mejor usar los cupones de upgrade. Fue así como pude llegar un poco más descansada y poder rendir mejor al día siguiente en el trabajo.

Les voy a ser sincera, nunca, nunca he pagado un ticket de avión en una clase que no sea Turista, y es que los precios para viajar en una cabina superior son realmente elevados, lo que sí tenía costumbre era a aplicar a upgrades, que no siempre funciona porque muchas veces hay que esperar hasta 48 horas antes del vuelo para que te confirmen, así que es un poco tener algo de suerte.

Pero déjenme mostrarles lo que ofrece Latam a sus pasajeros cuando viajan en lo que ellos llaman Premium Business. Primero, el espacio para las piernas es generoso, y tiene que serlo sobre todo porque el asiento se convierte en cama, así es, el asiento se estira 180 grados, ofreciendo así un espacio cómodo para dormir, sobre todo porque ponen un cobertor maravilloso y unas almohadas blanditas.

En el apoya brazos, hay un control bastante completo para ajustar la posición del asiento. La verdad es que me puse a jugar un poco tratando de entender qué hacía cada botón, hasta que me familiaricé completamente con él y pude hacer lo que quería con mi asiento.

Algo que siempre me gusta recibir en estas cabinas superiores es el pack de vuelo, es decir, un estuche con detalles que te permitirán refrescarte y asearte durante el vuelo. Latam te regala un estuche nada más y nada menos que de Salvatore Farragamo, con espejito, cremas, cepillo de dientes, tissues y medias.

Como este es un vuelo que sale de Lima temprano por la mañana, el servicio incluye desayuno. Te ofrecen dos alternativas, un omellete o un plato con jamón y queso.  En cualquiera de los casos tienes además fruta fresca y tu elección de panes. Para tomar, algún jugo (lamentablemente de caja) o agua y café o té. Yo preferí el plato con jamón y queso, me pareció menos pesado que el omellete y té verde.

Luego del desayuno apagan las luces y es mejor aprovechar en descansar. No te tienden la cama obviamente, pero es algo que puedes hacer tú mismo, sobre todo si es que solo tienes un asiento ocupado en tu fila. El asiento que estaba a mi lado estaba libre, así que fue más fácil moverme en mi sitio.

Cerca de las 3 de la tarde te sirven el almuerzo, en el caso de la entrada tienes dos opciones para elegir: prosciutto con alcachofas grilladas y aceite de perejil o sopa de cebollas con crutones. Naturalmente pedí el prosciutto, la verdad es que se me hace un poco complicado tomar una sopa en un vuelo. El plato viene además acompañado con ensalada fresca, quesos y tu elección de pan. Para tomar, elegí un Malbec.

En cuanto al plato de fondo, tienes tres opciones: asado de tira al Malbec con papas asadas al tomillo y zanahorias baby al vapor, o langostinos grillados con puré de coliflor y tomates cherry, o ensalada de pollo almendrado, palmitos, espárragos, tomates confitados y lechuga. Este último fue mi elección, particularmente no me gustan mucho los langostinos y la carne se me hizo algo pesada, sobre todo si todavía tenía que hacer más horas de vuelo. Creo que si mi destino final hubiera sido Washington, me pedía el asado de tira. Y si bien para la ensalada te ofrecían un Pinot Noir, preferí seguir con el Malbec.

Para el postre nuevamente tres opciones: helados Häagen Dazs, o cheesecake de manjar y pecanas con salsa de arándanos, o fruta fresca. Esta vez me fui por el cheesecake, aunque estuve pensando también seriamente en el helado. Para acompañar el postre, elegí un champagne brut, mezcla de Pinot Noir, Pinot Meunier y Chardonnay.

Cuando vinieron a ofrecerme más champagne casi acepto, pero entonces recordé que había alquilado carro y que llegando a mi destino, debía manejar a media noche hasta mi hotel. Upsss…

Entonces, ¿vale la pena gastar las millas o kilómetros que con mucho esfuerzo hemos acumulado para canjear por un upgrade? Bueno, en mi opinión para vuelos de más de 7 horas vale totalmente la pena, más aún si es que al día siguiente tienes que estar totalmente activo. Para vuelos de 5 a 6 horas, lo pensaría, vería bien las circunstancias, y para vuelos locales definitivamente no vale la pena, es más, son muy pocos los vuelos nacionales con dos cabinas de servicio.